“Volví a vivir cada día sin la preocupación de que algo me duela”
El cannabis para uso medicinal es objeto de debate y polémicas desde hace varios años. En Misiones son cientos de personas las que lo utilizan para tratar diversas patologías, desde epilepsia refractaria, parkinson a pacientes oncológicos o con fibromialgia. El prejuicio por consumir este producto, generalmente un aceite o cremas, estuvo en prácticamente todos, sin embargo la mayoría señala que se animó a probarla cuando la medicina alopática ya no surtía más efectos.
Mientras siguen los debates sobre qué rol debe cumplir el Estado, hay científicos en distintos puntos del país investigando sobre las bondades o no de las flores de esta planta.
En ese marco El Territorio entrevistó a Susana Bartz, una licenciada en Comunicación Social, que desde hace tres años planta y elabora lo que ella considera su medicina milagrosa.
Susana fue diagnosticada con fibromialgia, una patología que se caracteriza por dolor musculoesquelético generalizado y sensación dolorosa a la presión en puntos específicos. Ese mal le cambió la vida al punto tal que llegó a tomar 18 pastillas por día para tratar los fuertes dolores que sufría. Y cuando un incremento en las dosis ya no daba más efecto empezó a investigar otras opciones. Internet fue el primer lugar donde indagó y así encontró investigaciones que se estaban haciendo en otras partes del mundo sobre el cannabis.
Dio con trabajos científicos de Raphael Mechoulam, un químico israelí famoso por haber aislado y determinado la estructura y síntesis total de la molécula del THC, principal ingrediente activo de la marihuana y por sus trabajos con el sistema endocannabinoide.
“Fui a mi médica y la opción que me dio fue aumentarme más miligramos las dosis de remedios, y le dije que no. Le conté que iba a probar cannabis. Y me mandé sola porque era lo único que me quedaba por probar, yo estaba con distintos opiáceos y no me servían de nada, estaba cada vez más medicada”, comenzó su relato.
“Hoy creo que esto fue lo mejor que hice a partir de estudios personales, de ingresar a la web y buscar las mejores páginas, filtrar lo que estaba leyendo y quedarme convencida de que esto era lo único que me quedaba por probar. Porque ya había probado todo. Hice cinco años de tratamiento y en ese tiempo la enfermedad se agravó. Y yo andaba llorando de dolor”, detalló.
¿Y no tuviste miedo por consumir cannabis?
Tenía el prejuicio que tiene todo el mundo que nunca fumó marihuana. Nunca fumé ni me interesó. Pero tengo claro que la medicina, los medicamentos, se hacen a partir de las drogas que hay en la naturaleza. Y todo tiene que ver con qué uso le dé uno a eso. Entonces para mí fue solamente superar qué era lo que podía decir mi familia. Yo ya no tenía prejuicio porque no podía vivir con dolor 24 horas al día. Y mi familia me dijo ‘ok, vamos a ver qué pasa’ y los amigos también me apoyaron.
¿Te hacés tus propios aceites?
Lo que había probado del mercado, además de caro, no me servía. Y eso fue lo que me llevó a hacérmela yo misma, porque lo que compré lo hice analizar y no tenía cannabis.
Siempre le digo a la gente que me consulta que se haga su medicina, eso es parte de la terapia. El conocer la planta, todo eso es parte de la terapia.
Empecé probando con mucho miedo. Hice primero lo que decían, que hay que tomar una gota por la mañana, una a la tarde, empecé así. Pero cuando pude hacer mi primera medicina en la cocina, yo misma, me di cuenta que tenía que tomar a la noche, porque sentía una relajación total. Por supuesto me llevó más de un año salir de las pastillas, porque la reacción del cuerpo al no tener eso fue muy intensa. Y ahí hablé con mi médica y me hizo un plan para ir dejándolas. Hoy sólo tomo, eventualmente, una pastilla para la ansiedad.
¿Qué pasa en el plano legal?
Estoy haciendo trámites para pedir un amparo judicial para poder plantar mi medicina, porque hay gente que sabe que yo me cultivo, porque si no lo hago tengo que ir al transa, al narcotráfico, entonces estoy buscando que me den permiso para cultivarme una X cantidad de plantitas. No tengo ningún problema de que me controlen.
A esto lo quiero hacer porque me amenazaron que me iban a denunciar, imaginate que enferma y terminar presa… por eso decidí hacer pública mi situación y decir ‘yo consumo esta medicina’ y que sea lo que Dios quiera.
¿En qué difiere con lo alopático?
Pienso que es una buena medicina. Es un droga sí, pero no soy tarada como para no saber que toda droga tiene su cuidado. Lo que pasa es que en comparación, tomar estas gotas de marihuana y tomarme dos pastillas de las que me tomaba, es mucho más grave el daño que me hago con la medicina alopática que con el cannabis. No hay forma de sobredosis, tendría que tomarme un litro.
¿Cómo cambiaste desde que consumís cannabis medicinal?
Volví a sonreír, volví a vivir cada día sin la preocupación de que algo me duela. Lo que me falta para estar completamente feliz es que la Justicia diga ‘sí, puede cultivar sus plantitas’. Porque después de años de sufrir de dolor uno aprende muchas cosas de la vida y soltás todo lo que es superfluo, lo que es vano y vas a lo que es importante. Importante es que la gente sepa que es una medicina posible para muchas patologías. Es mucho más saludable que cada uno plante su planta, vea lo que está cultivando y lo que cuesta a que tengan que ir a un transa a comprar flores.
¿Qué se extrae de la planta?
De la planta hembra se saca sólo la flor. Hay varias técnicas para hacer la medicina, yo trato de usar la más sencilla. Pongo las flores, las deshago bien, las descarboxilo, que es poner a calentar en una bandeja unos 30 minutos, después las mando al freezer junto con el alcohol tridestilado, al día siguiente, cuando eso está frío, lo pongo en un frasco por 5 o 7 minutos y veo como se comporta el alcohol helado sobre esa flor fría, cuelo eso, saco cualquier residuo orgánico y luego hay que extraer el alcohol ese.
Guardo las semillas para volver a sembrar. A los dos meses de sembrar la planta muestra su sexo, mientras tanto se pueden estar desarrollando machos y hembras y yo no quiero machos porque polinizan a la hembra y la planta deja de desarrollar la flor que necesito.
Con el resto de la planta (hojas y tallo) hago un prensado y lo pongo en un frasco oscuro con alcohol de farmacia, que es el que después uso para hacer cremas y alcohol.
¿Te contactó más gente?
La gente se acerca y me pregunta cómo hice porque no se puede sufrir siempre, cuánto tiempo soporta un ser humano estar tirado llorando de dolor. Me solidarizo mucho con la gente que sufre dolor, porque el dolor te destruye el ánimo, el espíritu.
Acá hay muchísima gente que usa. En el tiempo que junté firmas en la plaza 9 de Julio -para pedir que Misiones adhiera a la ley nacional- debo haber hablado con 30 mil personas y mucha gente que venía de Oberá, San Vicente, Apóstoles a verme.
En la Legislatura provincial hay un proyecto de ley que podría tratarse este mes porque la provincia tiene la facultad de hacer su propia ley para regular el uso del cannabis. La Provincia adhirió a la ley nacional y hay un compromiso para hacer una reglamentación para usar esto como terapia, pero todavía no se avanzó mucho.
¿Qué creés que tiene que hacer el Estado?
Yo no pretendo que el Estado haga la medicina, sí creo que lo más fácil es que cada uno esté en un registro, se controle, yo no quiero vender ni lucrar. Pero no se avanza en esa dirección porque hay muchos intereses económicos en el medio, principalmente de las farmacéuticas.
Los médicos corren el riesgo de que los metan presos y también el paciente que planta, mucha gente enferma fue presa en el país. En la provincia, dentro de todo, ninguno de nosotros enfermos fuimos presos por cultivar nuestra medicina, pero el miedo de la gente está. Porque quién quiere estar enfermo y encima terminar preso.
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